¿Cuál es tu proceso de diseño y de producción?
Siempre se parte de una necesidad, como la creación de País Textil. Yo parto del color, de ahí veo alguna textura y qué se puede hacer con ello. Pero algo ocurre ahora con todos los diseñadores del mundo: nos llega una cantidad increíble de información por Internet. Vemos algo que nos sorprende y partimos de ahí para crear. A veces me pasa que veo algo y digo, “ese es mi diseño”, pero yo no me he copiado de nadie y nadie se ha copiado de mí. Creo que estamos recibiendo los mismos referentes, siento que hay muchísima coincidencia y, por primera vez en nuestra historia, tenemos la capacidad de ver lo que está haciendo en simultáneo el mundo entero. Es decir, puedo meterme a ver qué están proponiendo los diseñadores alternativos japoneses o alemanes, cosa que hace 20 años no podía hacer, salvo por alguna revista. Entonces, hay una globalización del diseño que debemos aceptar.
Sobre el proceso productivo, siento que en este momento tengo que volver a formar nuevos talleres para producir lo que normalmente hacíamos. Nosotros ya habíamos logrado la sistematización del trabajo. Es decir, si nos pedían tres o trescientos cojines de cuarenta y cinco por cuarenta y cinco centímetros, con ciertos colores, estábamos en la capacidad de producir las piezas idénticas –dentro de lo que se entiende por ‘idéntico’ en una producción artesanal–. Sin embargo, este esfuerzo de sistematización de mucha gente que durante dos años no ha tenido mucho trabajo y que, por otro lado, sale de una dura situación post pandémica, se ve afectado. Muchos tejedores están cambiando de oficio y eso me parece aterrador. Recién me voy dando cuenta de lo que ha significado la pandemia en el espacio productivo. Estamos en un momento de quiebre.